El miedo tiene como única finalidad conservar tu supervivencia y cuando no manejás esa emoción, perdés contacto con vos y se precipita una cadena de emociones con consecuencias devastadoras. Recordá:
El miedo es la emoción más fácil de combatir porque sólo existe en tu cabeza.
¿A qué tenés miedo? ¿A avanzar, a ser grande, a cambiar de vida, a tener éxito? ¿No soltás lo conocido, no lográs desapegarte, comprometerte, temés al cambio, a salir de tu zona de confort?
Cada vez que el miedo te sorprenda preguntate: ¿Qué sería lo peor que verdaderamente podría pasar? No las exageraciones que creás en tu cabeza, lo que en verdad podría pasar.
No te acostumbrés, nunca te acostumbrés al miedo.
Tomá acción. ¡Movéte!
Usá tus sentidos para salir de Esa zona de confort
MOVÉ TU CUARTO, TU CAMA, TU CASA
Cambiá los muebles, movilizá la energía, ¡que todo se refresque! Hacé esa limpieza anual que deja espacio para recibir lo nuevo.
Caminá, salí a la montaña, cambiá en algo la rutina del trabajo, las relaciones, tus patrones de vida. Transformá tu perspectiva. Acercáte a aquellas personas con quienes podés ser auténtico y nutren hasta tus sueños más locos.
No necesitás mover montañas: trasladar una maceta o una pequeña piedra puede provocarte sensaciones maravillosas.
TOCÁ LAS PARTES QUE AMÁS DE TU CUERPO
Da abrazos a quienes querés. Besálos en la mejilla. Acariciá a tu gato o a tu perro un poco más regalándote ese exclusivo momento de serenidad. Saboreá la sensación de una seda, de la madera, sentí diferentes texturas: el musgo, las cortezas, las rocas, el agua.
Mientras más lo hagás más a gusto te sentirás con el placer de tocar. Abrázate y felicítate, lo merecés.
ESCUCHÁ Y ESCUCHATE
Sentáte en silencio y observá cuanto hay para ser escuchado.
Escuchá a la gente, lo que realmente dicen, lo que expresa su cara, sus gestos. Escuchá en profundidad hasta la última nota de cada canción. Escuchá tu voz interna, esa que sólo escuchás cuando la confusión del día disminuye.
Oí el susurro de las hojas, el croar de las ranas, el crujido del tejado con los cambios de temperatura, el llamado de amor de los yigüirros. Escuchá con tu corazón y, sobre todo, escuchá lo que no se escucha. Escuchá tus pensamientos y dejá que resuenen sólo los que construyen.
SENTÍ
Da al dolor sólo el tiempo necesario para que se convierta en evolución, y experimentá el gozo hasta que sintás que vas a evaporarte. Permitíte reír hasta que te duela, sentí el amor desde lo más profundo de tu corazón. Rendíte a la sensualidad de la vida. Enojate y expresá tu furia, si es el caso, pero a solas. Sentí de verdad que estás vivo.
CONFIÁ
Detené tus dudas, sabés que sabés lo que necesitás saber. Hay una cosquilla interna que te muestra tu verdad, si la atendés te guiará del mejor modo. Escucháte y hacéte caso: no te arrepintás después por negar tu intuición. Bien conocés que vos y sólo vos sabés lo que es mejor para vos.
Si se te va el rato pintando, escribiendo, dibujando, eso es lo que debés hacer. Si te encanta caminar al lado del océano, encontrá la forma de ir más. Si extrañás la humedad de la montaña, no te la negués. Hacé lo que tu alma pide, si no confiás completamente en vos, te enmohecés.
REUNÍTE
Buscá más a las personas que amás. Tomá un café con compañía, caminá con alguien querido por el bosque, conversá y hablá, leé en voz alta para otros.
Celebrá que tu cabello, tu piel, tu cuerpo y tus historias son diferentes a las de los otros y a su vez, son indiscutiblemente parecidas. Cociná y comé en compañía.
APRENDÉ A RECIBIR
Por una vez, dejá de dar y dar y dar a todos menos a vos mismo. Aceptá los cumplidos con agradecimiento: La voz que necesitás oír, un abrazo, un momento para conversar, la comida en tu mesa, el dinero que necesitás.
Abríte a recibir, abrí tus manos para que sean llenadas con abundancia. Recibí todas las cosas buenas que merecés y recordá mostrar gratitud por tu vida. Y sobre todo: No te acostumbrés a nada.